Hoy estaba yo con una de mis pacientes y hablábamos de lo que nos gusta controlarlo todo.
Si nos paramos a pensar, creo que cualquier actividad que se nos ocurre hoy en día, la planificamos, al menos, como mínimo, con una semana de antelación.
Si el sábado que viene quiero ir a determinado chiringuito a almorzar, hoy lunes ya voy tarde. Vamos, que hoy ya debo saber que el sábado voy a querer ir precisamente a ese sitio y no a otro.
Si quiero reservar una casa para Agosto, hazlo en Enero, porque luego ya no están las que te gustan. Y en el transcurso de los meses, puedo preferir otro sitio, pero seguro que ya no encuentro lugar porque está «demasiado cerca» del momento del traslado.
Si quiero quedarme embarazada, debo hacerlo cuando se conjuguen los planetas y así la baja maternal se me une con las vacaciones..
Todo, absolutamente todo, está tan planificado que nos hemos quedado sin la espontaneidad, esa que no se puede confundir con la impulsividad, sino con la naturalidad de concordancia entre lo que se me rodea apetecible y lo que puedo hacer.
No podemos ser naturales porque nos quedaríamos sin almuerzo en el chiringuito o sin casa en Agosto…Lo peor de todo es que cuando queremos ser espontáneos, nos bloqueamos, y por supuesto, todo lo que no sintamos que estamos controlando, nos da miedo, y os puedo asegurar que no controlamos nada. En cualquier momento aparece un contratiempo y se nos desmonta el castillo de naipes. ¿Y qué hacemos? aparecen las patologías.
Mi propuesta es, vamos a intentar ser un poco más espontáneos, vamos a dejarnos fluir, así viviremos con menos presión, con menos estrés y esto nos hace mucha falta. ¿Lo intentamos?.
