Sentada en mi sofá sin saber qué hacer se me pasa el tiempo…
Los que sois de mi edad, sabéis que es una versión de una canción de Mecano, pero es que así es como muchos de nosotros pasamos algunas horas del día.
En mi caso, y como creo que soy una hiperactiva no diagnosticada, paro poco, la verdad, me da, a parte de estudiar, que eso no se termina nunca, por hacer muchas manualidades, pinto muebles, objetos, las paredes de mi casa, coso el bajo de las cortinas,( que ya iba siendo hora), busco papeles para empapelar la pared del cabecero de mi habitación….actividades que son más manuales que mentales para poder hacer descansar a mi cabeza esfervescente.
Pero, sabéis que está en primera línea de mis pensamientos? Mis pacientes.
Eso de «míos» es algo muy atrevido, porque no es una posesión, pero creo que cuando a algo o a alguien le anteponemos un posesivo es porque aunque no sea «nuestro», está dentro de nosotros.
Mis compañeros psicólogos están dando una lección de profesionalidad, nos estamos poniendo las pilas para atender a esas necesidades que previamente a esto, ya existían, pero además, estamos en continua formación para atender las necesidades derivadas de toda esta extraña situación que estamos viviendo. Soledad, depresión, ansiedad, fobias, hipocondrias, duelos complicados por no poder despedirse, por sentir la soledad de nuestros seres queridos en el lecho de muerte, por lo no resuelto con personas con la que ya no vamos a poder resolver…
Los psicólogos, como pertenecientes al grupo de los sanitarios, seguimos en la brecha, trabajando día a día por cada una de las personas que nos necesitan.
Echo de menos a mis pacientes, a los que no han podido o no le han convenido seguir en terapia, me acuerdo de ellos, de cómo estarán según sus circunstancias, pero sé, que todos ellos son fuertes, valientes que han querido mirarse a sí mismos y que ese trabajo previo les estará ayudando en estos momentos.
Volveremos a reírnos en terapia, a sacarle punta a cada palabra y a cada lapsus que se nos escapa, volveremos a llorar de pena, de impotencia, volveremos a abrir los ojos con sorpresa al «darnos cuenta» de lo que un minuto antes no veíamos. Volveremos a mirarnos a los ojos con cariño, a aceptar el pañuelo de papel que atesore nuestras lágrimas, a sentirnos queridos, mirados, aceptados. Seguiremos resolviendo, llenando nuestros vacíos y pegando nuestros trozos escindidos.
Yo sigo aquí, con mi bata blanca, los playmobils, las telas, la alfombra, la silla, esperando a que vengáis y me contéis, con la experiencia de un superhéroe, cómo habéis sobrevivido a una pandemia.