Mira que cada vez es más común, afortunadamente, que alguien vaya a terapia, pero pocas personas de las que no van, saben qué pasa en una sesión, se piensan que vas, te sientas, hablas, «te desahogas» y hasta la semana que viene. Y nada más lejos de la realidad.
Para intentar acercar a esa gran vecina desconocida, voy a concretar algunas ideas, a ver qué os parece:
-La terapia es tuya, eres libre de hablar de ella con quien quieras, pero para los psicólogos es confidencial hasta si vienes o no.
-La interpretación de alguna cuestión es tuya, si interpreto yo, lo haré desde mí y desde mi propia mochila y eso no está bien.
– Si quieres una cita, pídela tú, no mandes a nadie, ahí está empezando tu responsabilidad en la terapia.
-Las citas no te las debo recordar, soy tu psicóloga, no tu madre, y aún así tampoco te la debería recordar, que no recuerdes que tienes una cita conmigo también es motivo de trabajo en la terapia.
-Ir al psicólogo no es como ir a la panadería, hoy voy, compro muchas piezas y ya si eso, vengo otro día. Necesitamos frecuencia al principio, esto es un proceso que hay que transitar paso a paso y supuestamente, debe ser tu prioridad (en la medida de lo normal), si no lo es, eso también es una información a mirar.
-La terapia duele, es un camino pedregoso y pisar algunas piedras cuando vas descalzo a veces lastima.
-La terapia es de valientes, mirarse dentro, donde tenemos lo que nadie nos ve, ni nosotros mismos, hay veces que asusta un poquito, por lo que nos vayamos a encontrar.
-Y lo último, por hoy, el vínculo que se crea, paciente-terapeuta, es insustituible y maravilloso, que solo lo sabe quien lo ha creado.
Mañana, más…