Hoy he dado el alta a una paciente.
Hay veces que me sorprendo pensando que los pacientes son como hijos a los que ayudas a crecer, a madurar y hacerse independientes para que puedan volar solos.
Llegan perdidos, sin saber cómo salir de ese sentimiento que los atrapa y poco a poco les vas viendo que su cara, al entrar en consulta, se va transformando.
Han sido muchos meses de trabajo, de llorar, de sobreponerse, de mirarse desde afuera, pero ella ha sido muy valiente, y eso que llegó con alguna que otra reticencia.
Hoy le he dado el alta y estoy feliz, por ella, por mí, por saber el valor de mi profesión. Sé que ya no me necesita, que seguirá creciendo pero sin que yo tenga que estar a su lado, que llegará lejos, que conseguirá sus objetivos y que le irá bien. También sé que se encontrará piedrecitas en su camino pero sabrá saltarlas sin caerse ni pisarlas.
Muchas felicidades, y tomo tus palabras como despedida, «Hoy es el primer día del resto de tu vida». No cambies nunca. Vales mucho.