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No hay dos pacientes iguales. No hay dos diagnósticos iguales.

Sonia Esquinas. Psicóloga Sanitaria

Formación Cualificada

Psicología sanitaria

Trayectoria consolidada

+ de 25 años de Experiencia

En la naturaleza humana hay un mecanismo de defensa llamado «Negación», es decir, negar la realidad aunque sea muy evidente.

Yo, en mi trabajo, lo encuentro con mucha frecuencia, porque no sólo nos negamos realidades referidas a nosotros mismos sino que además, somos expertos en negar la realidad cuando el tema tratado es nuestros hijos. Actitud que no juzgo en absoluto porque como madre, entiendo perfectamente, la preocupación y el miedo que podemos llegar a sentir.

Negamos la realidad cuando, como profesionales, señalamos ciertas limitaciones  en nuestros pequeños y recomendamos que se profundice en esas situaciones derivando a otros profesionales más especializados en esos temas y la respuesta es no acudir al otro profesional o simplemente quedarnos al sol que más nos caliente porque todo el mundo que nos rodea tiene derecho a opinar.

Es verdad, que a veces, los profesionales nos podemos equivocar e interpretar diferentes señales de una manera incorrecta. Pero yo hago una reflexión, ¿qué tengo que perder si realmente profundizo en lo que me están señalando estos profesionales? Lo más que puede ocurrir es que todo quede en un susto pero si realmente tienen razón, podemos coger a tiempo déficits en el desarrollo de nuestros niños y así atajarlos, o si al caso,  minimizarlos.

Por otro lado, negamos también la realidad, cuando mis hijos se están haciendo mayores y yo no lo quiero ver. Me creo que van a seguir siempre a mi lado. Me creo que me van a preferir a sus momentos de ocio a su pandilla o a la persona que le guste en ese momento. Me creo que en mi propia necesidad de estar con cada uno de mis hijos, espero que esa necesidad sea bidireccional en la misma intensidad, no atendiendo que nosotros también elegimos hace tiempo a nuestras pandillas o a las personas con las que manteníamos una relación antes que a nuestros propios padres. Es más, es que así debe ser, porque si no, si seguimos, nosotros como adultos ,dependientes de nuestros padres, si nuestro mundo se remite solo y exclusivamente a relacionarnos con ellos, algo está fallando. Y si es lo que pretendemos con nuestros hijos…algo también está fallando.

No somos malos hijos cuando tenemos nuestras propias vidas. Cuando salimos, viajamos,  nos reímos con grupos de iguales. Eso no quiere decir que no queramos a nuestros padres, ni que vayamos a atenderlos cuando realmente nos necesiten.

Como decía Sta. Teresa de Calcuta,

«Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.»

 

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